jueves, 27 de septiembre de 2018

Vivo en una película americana

¡Hola Chavalada!

No quiero quejas; ya os avisé de que no me iba a imponer regularidad ni reglas (a priori). De cualquier manera, y después de una intensa recogida de material, vuelvo a la carga.

Bueno, como os iba diciendo, la primera y más intensa sensación en mi primer paseo por High St. (que es donde vivo), fue estar transportado por arte de magia a una de esas películas americanas de barrios suburbanos. Calles larguísimas con manzanas ídem reticuladas y a los lados casitas unifamiliares todas con su jardincito y su garaje (el garaje no lo utiliza como garaje ni Perry, todo el mundo aparca su coche a la puerta del garaje). Se cumplen además otros topicazos de los que tenemos en mente:



Sí, amiguetes. Aquí se hace campaña política a pié de jardín (a falta de paredones que empapelar con cartel y cola). Además el día 24 de Septiembre. se votaba por el gobierno de la provincia. Amén de los carteles políticos tengo que decir que, sí, también se anuncian las agencias inmobiliarias en el jardín de las casas que venden o alquilan (siempre con el típico cartel del careto sonriente del vendedor que , al menos a mi, no me inspira confianza alguna en ningún caso).

Efectivamente, la mayoría de los coches son automáticos y eso es algo que se nota en como suenan. En cuanto a los coches diré además que, sí, hay un sinfín de pick-ups que aquí la gente utiliza como en España puede utilizar una citroen berlingo, o una peugeot partner, o si a alguno le resulta más familiar, una opel combo. Además de ser unos vehículos muy prácticos para muchos trabajos, resultan muy populares por su gran potencia y la tracción a las cuatro ruedas (que dicho sea de paso es una cualidad muy deseada en un coche si vives en un país en el que nieva abundantemente).

La gente conduce bastante diferente. Comparando un conductor madrileño a cualquiera de éstos se diría que hay un abismo de drogas entre ellos, y ya me entendéis (cuando en realidad el consumo de cafeína es infinitamente mayor aquí). Aquí se conduce con mucha calma y me ha costado tres semanas escuchar mi primer claxon. También diré, por lo que me toca, que se tiene un respeto exquisito por los ciclistas y los escasos peatones. Eso no quita para ver de vez en cuando algún macarra pero no es ni de lejos habitual.

Todo ésto iba pensando al día siguiente de llegar mientras andaba hacia el centro del pueblo como a las 9:30 aprox. callejeando por esas calles de casitas de las que os he hablado.
Moncton no es muy grande, pero todo está a tomar por saco y por eso la gente se mueve en coche o en bici. No te encuentras muchos peatones.
Como lo que me apetecía era conocer el pueblo decidí ir andando a pesar de que Rebeca había incluido un bonobús de 10 viajes en el pack de bienvenida. Iba viendo cosas curiosas:


Realmente curioso, y muy chulo además...



Cuando vi ésto pensé que no podía tratarse de decoración para Halloween , que sería otra cosa porque a primeros de Septiembre... pero, que vá; la gente ya compra calabazas a paletadas y demás parafernalia... pero si hasta hay tiendas especializadas:


Total, que casi sin darme cuenta llegué a St. George St. que es donde empieza el downtown y se nota porque es la primera calle con un poco más de vidilla, tiendas, oficinas, cafeterías, la catedral... (es espectacular el número y variedad de iglesias que tiene esta gente para ser una ciudad tan pequeña)
Estuve pululando por ahí, tomando un café, visitando una autoescuela, y curioseando escaparates en varias tiendas (una de ellas de venta alquiler y reparación de aparatos topográficos... ¡Acojonante!)  y después me bajé a Main St. que está como 400 metros más hacia el río.
Main está llena de restaurantes, cafeterías, un teatro, pubs, tiendas curiosas... en fin, todo lo que se espera de una calle principal, incluido el puto Starbucks y el Tim Horton´s de los cojones que os desaconsejo encarecidamente.





Una calle muy chula para darse un paseete. 
Más cosas curiosas:


Efectivamente, un espacio urbano reservado para cantantes indigentes, y no es decoración, yo mismo he visto otros días a un pollo con un a guitarra ceñirse a la marca de pintura para ofrecer su show.

Otra cosa que me impactó en Main fue la decoración floral del ayuntamiento:



¿Rojo, amarillo y morado?



Pues, sí. Me puse muy contento pensando que me habían estado esperando, o que Negrín había organizado un núcleo de resistencia en Moncton antes de morir, pero resulta que la bandera de New Brunswick es roja, amarilla y azul (y debe ser que no encontraron flores azules).



Encontré también repartido por las paredes del centro grafitis estupendos:






También me acerqué hasta el río, que es otra de las cosas curiosas. Es Marrón. Pero, marrón de verdad.




A lo largo del río hay un parque, el Riverfront, estupendo para pasear a pié o en bici, con parques infantiles, cosas raras de esas para skaters..., en fin, un sitio muy recomendable.



La verdad es que disfruté el paseo una barbaridad y Moncton me gustó un monctón.

Una última curiosidad:
                                    Detrás del Ayuntamiento hay una torre bastante alta como de unos 40 metros                    que debe de ser de telecomunicaciones, repetidor... no sé, pero resulta un tanto inquietante.


Diréis que no inquieta mucho, pero le he hecho más fotos otros días...




Como resulta una referencia estupenda por su altura y singularidad y no sabemos a ciencia cierta qué es, Rebe y yo le hemos puesto apodo y le va como anillo al dedo (invito a una Moosehead al primero que lo acierte).


Para terminar la charleta inmunda con la que os hago perder el tiempo de hoy, os diré que me pasé el resto del tiempo que estuve por ahí (llegué a casa como a las 17.00) investigando los supermercados y haciendo una compra inmensa que me superó (traté de volver a casa con la mochila hasta las trancas y dos bolsas del mercadona también a puntico de reventar que muy previsor me había traido de Madrid y las llevaba en la mochila); digo que me superó porque a unos 2 kilómetros y algo de casa no pude más y cogí un taxi que conducía una china bastante sorprendida. Lo cierto es que me puse a ver en el Google Maps y el pateo había sido considerable, entre 15 y 17 kms. que sumados al destroce físico que tenía del avión pudo conmigo.

martes, 11 de septiembre de 2018

Me llamo Choose

¡Hola amiguetes!

A pesar de lo que me cuesta (mucho) el asunto de estar al día con redes y otros modernismos que no uso habitualmente, Edu me ha convencido (y no sólo eso, sino que me ha abierto el blog y me ha dado la clave) para escribir un poco. Me parece que también de esta manera voy a evitar contaros lo mismo uno por uno, lo cual me ha terminado de seducir. No os puedo prometer literatura de nivel, ni si quiera regularidad en mis publicaciones. Me propongo contaros cosillas que me parezcan curiosas o interesantes durante mi estancia a este lado del océano. Una vez aclarado ésto me meto en harina.

Nunca me había enfrentado al jet-lag y lo cierto es que es un poco desconcertante. Me ha costado un par de días ajustar mi sueño y mi tránsito intestinal, pero afortunadamente me he reeducado. Digo ésto, no por mi afición a la narrativa escatológica, sino porque es el primer problema al que te enfrentas al venir para acá. Las azafatas de Air Canada te dan de comer a las 11:00 de la mañana
cuando no te apetece más que un café y una magdalena y como tienes un poco de hambre y no quieres ser el rarito del grupo, te lo comes. Si hubiera hecho como la inmensa mayoría de pasajeros y me hubiera echado un sueñecito quizá hubiera superado más fácilmente el jet-lag, pero me resulta prácticamente imposible dormir en algo que se mueve.
Lo cierto es que el viaje es un poco coñazo (8 horas y media hasta Toronto y esperar otras dos para desandar dos horas y algo de camino hacia el Este), pero aparte de la espera no tuve ningún problema.
Como eran aproximadamente las 18 hora Moncton, después de darle a Rebe el susto de aparecer de improviso, nos fuimos a dar una vuelta.


Dejé las maletas y salí con una sensación como la que tienes cuando llevas de juerga toda la noche y son las nueve de la mañana. Parecía que estaba en el reparto de una peli americana. Esas calles TAN largas llenas de casitas unifamiliares todas con su garaje a un lado y su jardincito por delante y por detrás... Lo único que me mantenía conectado con la realidad era Rebe que me iba contando cosillas; por dónde se va a ésto..., por dónde se va a lo otro..., aquí no hay bares..., cuando de repente llegamos al cruce de High con Mountain. Me estaba contando que a la derecha hay dos tiendas de coches usados, a la izquierda una de esas Pawn Shop (ya os hablaré de ellas), detrás una gasolinera...
...¡coño!, y ¿ésto que hay entre la tienda de empeños y la gasolinera?. Sí, asi es, amigos. Es un bar. Tardé menos de media hora en encontrar uno. Parece que tengo olfato para ello, porque Rebe llevaba aquí más de un mes y no se había percatado. La ocasión merecía una cañita asi que entramos y pedimos un par de cerves. La camarera nos dice que si sólo la cerveza, que de qué nos pone el chupito. En ese momento pensamos que igual éramos gente sana y que el nivel de borrachismo estaba por las nubes aqui (la fauna a nuestro alrededor mecánicos,camioneros, fumetas, todos ellos tíos salvo una señora dejándose la vida en una tragaperras, también ayudaba), pero qué va. En otra visita que hemos hecho al "Miss Cue" hemos podido leer los carteles que hay por las paredes y por lo visto los jueves es lo que está de oferta, cerve y shot.


Nos tomamos las cervezas y nos fuimos a casa porque aún me faltaba pasar a saludar a los caseros y lo que me apetecía más era darme una ducha y dormir.
Fuimos a ver a los dueños de la casa. Son una pareja supermaja. Como ya estaba acostumbrado de mi periplo británico me presenté y les expliqué que prefiero el diminutivo (que a ellos también les viene bien para no blasfemar), y para que no fueran a andar dando palos de ciego fonéticamente, se lo deletreé C-H-O-O-S-E.